Friday, July 31, 2015

Monte

El océano es una de esas cosas que nunca deja de inspirar a la gente, el oleaje evoca fortaleza, su inmensidad te hace sentir humilde, la cantidad de vida en el mar te hace pensar en cómo sería posible tanta diversidad sin una fuerza superior que hiciese todo esto posible, es imponente. Los barcos pesqueros se ven a la distancia como diminutos esfuerzos humanos por dominar toda esta vastedad, rayos, hasta los barcos cargueros más grandes son liliputienses cuando tratan de pelear con el embravecido mar, el oscuro ponto de Homero, los marinos tienen que ser hombres de otro nivel, dispuestos a pasar mucho tiempo aislados en estos cascarones flotantes a merced de fuerzas muy superiores a ellos, soportar marejadas, ventiscas, frío, arduas horas de trabajo, dormir hacinados en literas estrechas, con el motor encendido las veinticuatro horas.
Cualquier gusto que se puedan dar puede ser considerado un lujo.
En la sala de radio, la bocina tronó con un ¡Oficina, aquí Xavier!
Pronunciaban la x como sh, como Xela.
Ever, el operador de turno contestó ¡Adelante Xavier!
El capitán del barco se escuchaba algo titubeante, Fíjese que... tenemos una solicitud por acá... es que al supervisor se le acabaron los cigarros y quería saber si le podían mandar un fardo.
la respuesta se hizo esperar un poco, Ever no se la creía. Emm permítame un rato, voy a consultar con don Güicho, a ver qué podemos hacer por ahí.
Soltar el botón del radio y soltar la carcajada fue una sola.
- ¡Oyó Güichón lo que están pidiendo!
Don Güicho levantó la cara de los papeles que estaba revisando y se ajustó los lentes, ¡Oy!
- ¡Al Cristian se le acabaron los cigarros! pausa para la carcajada, ¡quiere que le manden un fardo!
Para los que no trabajaban con él, la cara de don Güicho era algo cómica, yo me imaginaba que de tanto andar trompudo le había quedado una mueca con el labio inferior estirado y la boca medio abierta, ahora que lo pienso se parecía a los peroles esos de barro que tienen una máscara en un lado con la boca y los ojos abiertos como para meterles leña y usarlos como lámparas. Una vez lo vi sentado en su escritorio viendo al vacío con la cara estirada, le pregunté si estaba enojado y me dijo ¡eh! como si fuera un timbre, le volví a preguntar, sonrió y me dijo "ah no, ya me quedó así la cara".
Esa misma cara de perol de barro Olmeca puso cuando escuchó la solicitud.
- ¿Y cómo chingados? pero si solo tienen una semana de haberse ido, ni que pudiera vivir sin fumar una semana más
Los viajes de pesca tardaban 14 días.
- No sé jefe, así me acaban de decir.
- Y qué quiere que hagamos, no vamos a traer el barco al puerto solo por un fardo de cigarros, ahí que le haga.
- Mire pue jefe, el María Linda está abasteciendo ahorita, sale mañana, ¿y si le mandamos los cigarros con ellos?
- Es cierto, va, entonces le enviamos el paquete con ellos, solo ponerlos en carreras son estos patojos a uno, cuando venga se lo cobro.
Yo no sé la verdad cuál era tanta la ansiedad por dejar de fumar, lo intenté un par de veces pero siempre me hacía sentir mareado, hasta con náusea y una vez tuve un episodio muy vergonzoso en la casa de un amigo cuando después de almorzar me dijo echémonos un chancuaco, tuve que correr al baño y fallé por pocos centímetros, fue horrible.
Corrían rumores de que los marineros tenían ciertos vicios también, al parecer no solo se tostaban el pellejo bajo el implacable sol de la costa, también se tostaban el cerebro.
Entretanto, yo me disponía a ordenar las gavetas de mi escritorio, hacía pocas semanas había empezado a trabajar en la planta y ya me sentía lo suficientemente confiado para empezar a poner las cosas a mi gusto. Estaba algo sucio pero habían cosas útiles; folders, hojas tamaño carta, hojas tamaño oficio, ganchos, grapas, una bolsa de monte, lapiceros, lápices, papel pasante… hey, un momento.
No me lo creía, del fondo de la gaveta saqué una bolsita sellada con candela, como los cuquitos, no tengo idea de cuánto pesaba, mi mente se remontó a cuando estaba en quinto primaria y llegaron a visitarnos unos policías para darnos una conferencia acerca de las drogas, el joven que nos hablaba era muy animado, nos mostró las más conocidas, en bolsitas parecidas a la que tenía ahora en la mano, las que causaron más impacto fueron la cocaína y la marihuana, con la primera el poli nos dijo “parece queso de Zacapa, ¿verdad? Y era cierto, era un cubo parecido al queso seco, un poco desmenuzado. Cuando pasaron la marihuana lo que más nos atrajo fue el olor, era muy rico en verdad.
Aparte de eso las drogas nunca me habían dado curiosidad, pero no sabía qué hacer con esta cosa.
Después de pensarlo decidí consultarle al operador.
El turno de Ever había terminado y ahora Marlon estaba frente a la radio.
- Marlon, mirá lo que me encontré.
- Vos, ¿de dónde sacaste eso?
- Ahí estaba en el fondo de la gaveta, la acabo de encontrar.
- Ah de plano era del chavo anterior que estaba en tu puesto, ese tenía fama de que se ponía bien perejil, ¿y qué vas a hacer, te la vas a fumar?
- No, yo no le hago a eso, ¿vos sí?
Marlon rió sinceramente.
- Nel compadre, ahí mirás vos si te lo fumás o qué haces, de repente alguien te la compra o tal vez es de alguien más que la dejó por ahí y te lo viene a pedir jaja.
- Pero igual esto no es algo que te van a venir a pedir así nomás, ya veré que hago.
- Sabes qué, ya se, digámosle a don Güicho, no vaya a ser que se te vaya a armar clavo por eso.
Fuimos con don Güicho, primero puso cara de extrañado, luego de sorpresa y luego se echó a reír.
- Entonces sí era cierto que el patojo anterior trabajaba fumado, ve que cosas.
En eso a Marlon se le ocurrió una idea.
- Mire don Güicho, ¿y usted no padece de las articulaciones pues? Dicen que eso es bueno para la reuma.
- Tiene razón – dijo don Luis con la cara iluminada, - Se echa en alcohol. Marlon, tráigame el frasco que está en el botiquín, vamos a probar.
Ni lento ni perezoso, Marlon le llevó el alcohol, don Luis vació el contenido de la bolsita en el mismo, lo agitó fuertemente y lo dejó reposar por varias horas.
El fardo de cigarrillos ya había sido embarcado, en pocas horas saldría, aunque parecía un trámite sencillo, el María Linda tendría que navegar algunas horas hasta encontrarse con el Xavier y entregar su carga, pequeña e insignificante para todo el mundo, menos para Cristian.
Los trabajadores de la planta que estaban por planilla se iban a las cuatro, pero los que estábamos en la oficina nos quedamos casi siempre más tiempo, casi a las seis, Güichón sacó el frasco y con un algodón lo empezó a frotar en sus codos y rodillas, debo decir que el aroma era penetrante pero no estaba nada mal.
A los pocos minutos hubo cambio de turno en la radio, Ever entró a la oficina dando un portazo, creo que no tardó dos segundos en soltar un ¡Qué rico huele! Que nos sacó a todos una carcajada.
Me da la impresión que no era el único fumador de monte en la planta.
Cristian se comunicó por radio al poco tiempo agradecido por el envío, ya tenía suficientes cigarrillos para terminar el viaje, según nos contó después estuvo tentado de pedirle aunque sea un churro de marihuana a uno de los marinos para calmar la ansiedad, total, allá en medio de la nada nadie se daría cuenta.

Saturday, May 02, 2015

Técnicos Clarividentes!

Técnico: Gracias por llamar a técnicos videntes, no me diga en qué le puedo ayudar, por favor deme su nombre y fecha de nacimiento.
Cliente: Ehh gracias, me llamo Saturnina Galaxia, nací el 8 de febrero de 1979
Técnico: Muchas gracias Saturnina, permitame un momento mientras me concentro y hago un mantra oohhhhmmmmmmmmmmmmmmmmmmm...
Cliente: Ah, emmm ok.
Técnico: mmmm.... Gracias Saturnina, usted llamó porque su televisión no se ve bien, se ve borrosa, ¿estoy en lo correcto?
Cliente: Sí, es que fíjese que...
Técnico: ¡Fue su gato!
Cliente: ¿Qué cosa?
Técnico: Su gato se puso a jugar con los cables, se puso a arañar y a morder el cable que va de su caja receptora a la tele, tiene que conseguir otro.
Cliente: Ah... lo voy a cambiar entonces.
Técnico: Además, la bufanda que le gustaba tanto y que está buscando desde hace semanas, el gato la agarró y se la llevó arrastrada al patio, está detrás de su rosal, tapando una rata muerta.
Cliente: ¡Ay gato infeliz!
Técnico: Lo siento mucho señora, pero puede conseguir un cable para su televisión en cualquier tienda de electrónicos y cambiarle la comida al gato, que la que le da ahora no le gusta y por eso hace berrinche y le arruina sus cosas.
Cliente: Muchas gracias, lo voy a tomar en cuenta.
Técnico: ¿Hay algo más en que pueda ayudarle?
Cliente: No joven, muchas gracias.
Técnico: Por nada, sus números de la suerte son 3 y 5, gracias por llamar a Técnicos videntes.
(clic)
........................
RIIIIING
Técnico: Gracias por llamar a técnicos videntes, no me diga en qué le puedo ayudar, solo deme su nombre y fecha de nacimiento
Cliente: Sí gracias, llamo porque...
Técnico: ¡No me diga! usted no tiene que darme ni su nombre para que lo sepa, por la voz lo detecto, su computadora tiene virus.
Cliente: Ehh sí, así es.
Técnico: Le voy a dar un link para que descargue nuestro antivirus, pero por favor deje de estar buscando videos porno de enanos ancianos interraciales montando en bicicleta.
Cliente: Ehh lo siento, es que me dio curiosidad, solo fue una vez.
Técnico: Sí claro, bueno después de pasarle el antivirus a su computadora debería estar bien, ¿Hay otra cosa en la que le pueda ayudar?
Cliente: Mire, de casualidad ¿sabe que número de la lotería va a salir premiado?
Técnico: Lo siento, solo somos videntes de cosas presentes y pasadas, no de cosas futuras, pero le puedo decir que sus números de la suerte son 2 y 8.
Cliente: Ah bueno, muchas gracias.
Técnico: Por nada, gracias por llamar a técnicos videntes.
(clic)
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Técnico: Gracias por llamar a técnicos videntes, no me diga en qué le puedo ayudar, solo deme su nombre y fecha de nacimiento por favor
Cliente: Sí, mi nombre es Angulo Agudo, nacimiento el 13 de septiembre de 1968.
Técnico: Ohhhhmmmmmmmmm... ¡Ajá!
Cliente: ¿Qué pasó?
Técnico: Hay un aumento de resistividad en una de las líneas, probablemente un cable expuesto, cuando llueve entra agua en la línea y eso le causa intermitencia en su conexión, voy a tener que mandarle a un técnico para rareglar eso.
Cliente: Muchas gracias, es cierto, mi internet se desconecta.
Técnico: Muy bien, ya tengo la cita programada para el técnico, ¿hay algo más en que lo pueda ayudar?
Cliente: Mire, ¿y usted no puede así como mover cosas con la mente? es que tengo un mi mueblecito que quisiera cambiar de lugar y tengo lastimada la espalda, no puedo hacer mucha fuerza.
Técnico: Eso es telequinesis, es algo que no podemos hacer en este departamento, si gusta puedo transferirlo al departamento de telequinéticos, pero mover muebles tiene un costo adicional.
Cliente: Entonces no gracias, creo que está bien así, oiga y ¿ve usted algo emocionante en mi futuro?
Técnico: Lo siento, solo somos videntes de hechos presentes y pasados, pero solo porque usted me cayó bien déjeme darle un consejo, deje de llorar por ella, veo otra chica por ahí que sí lo quiere, dele la oportunidad.
Cliente: Ah bueno, ¡muchas gracias!
Técnico: Sus números de la suerte son 4 y 9, gracias por llamar a técnicos videntes.
(clic)

Friday, April 03, 2015

AH BROMITAS

En el noventa y cinco estaba estudiando mi segundo año de ingeniería en la USAC, tenía dieciocho años, muchas esperanzas y pocos planes.
En esos tiempos los transmetros eran solo un proyecto, existían dos rutas y por fortuna una de esas rutas salía de la colonia Atlántida con destino en la zona 21. Había quien decía que los que usábamos el transmetro éramos unos caqueros elitistas que no queríamos juntarnos con los simples shumos que iban en ruletero, la verdad es que yendo en transmetro pagaba solo un pasaje así que económicamente tenía sentido.
Por otro lado el trayecto era aburridísimo, primero andaba un buen tramo por la calle Martí, luego atravesaba la zona 1, luego toda la avenida la Reforma hasta llegar al obelisco, luego por la Aurora en zona 13 hasta llegar a la avenida Petapa, lugares que siempre han sido congestionados y si no recuedo mal la calzada de La Paz no existía, así que tardábamos aproximadamente dos horas de camino cuando nos iba bien. Por lo general solo tomaba ese bus de regreso a la casa cuando no tenía prisa por llegar.
¿Les ha pasado que cuando están sentados del lado de la ventana les da por pensar? especialmente durante esos largos trayectos, de alguna u otra manera me ponía a darle vuelta a muchos pensamientos en mi cabeza, muchas veces terminaba haciéndome las típicas preguntas existenciales, cuestionando muchas cosas que aquí no vienen al caso.
En fin, un día salí temprano de la U después de un examen parcial, era media mañana y el transmetro iba casi vacío, recuerdo estar sentado cerca de la parte posterior del bus, los últimos asientos estaban más elevados que el resto porque el motor estaba montado atrás. El bus se queda atravesado a medio crucero en un semáforo cercano al zoológico, yo estoy cabeceando y veo que algo se acerca a mi izquierda, es un camión repartidor, el piloto parece estar haciendo señales con sus manos, sí, hace señas... parece decir que nos hagamos a un lado, me sobresalto, el camión se acerca más, el piloto sigue haciendo señas, ¿se quedó sin frenos? ¡así parece, viene sin frenos! me levanto, ¿qué hago, corro, para dónde? el impacto es inminente, estoy mudo y petrificado, esperando que el camión choque y nos arrastre, el piloto se tapa la cara con las dos manos mientras se acerca, ¡esto no puede ser cierto!
Así como estoy después de los aspavientos del piloto, veo cómo frena tranquilamente al llegar al semáforo, empieza a doblarse de la risa y me señala con el dedo. Seguramente tengo una cara de confusión que no tiene precio.
Afortunadamente el bus estaba casi vacío, me siento entre asustado y avergonzado, el chofer del transmetro avanza tranquilamente sin darse cuenta del mini drama que se desarrolló durante unos segundos y continuamos el camino, con el rabillo del ojo creo ver al piloto del camión desarmándose de risa.
No hubo cámaras escondidas, y en ese tiempo el internet no era nada más que un experimento con pitos en el teléfono a 33.6 kbps, así que pude continuar mi vida tranquilamente después de este incidente donde el único magullado fue mi orgullo.

EL CANAL

Los días en la oficina del puerto de Iztapa podían ser muy aburridos.
Levantarse a las seis de la mañana estar listo para el desayuno que se servía a las siete en punto y luego la jornada laboral que principiaba a las 8 de la mañana, como cualquier otra oficina.
Adentro del trailer que hacía de oficina teníamos aire acondicionado, el calor no era tan bochornoso como afuera y podíamos andar con camisa tranquilamente.
Cuando no se aproximaban fechas de pago mi trabajo era sencillo y terminaba temprano, muchas veces después del almuerzo ya no tenía nada que hacer, me la pasaba matando el tiempo jugando solitario, buscaminas o freecell. Eran tiempos de Windows 95, para meterse al internet había que conectar la línea telefónica al modem de la computadora y hacer escándalo con los pitos en la bocina de la PC, lo que era poco práctico y los demás en la oficina se daban cuenta que no estaba realmente haciendo como que trabajaba.
Me gustaba salir al patio de la planta, uno de sus costados daba directamente al canal artificial que se había creado para que entraran los barcos pesqueros y se les hiciera mantenimiento. Había un barco que estaba anclado allí mismo esperando que se apiadaran de él y ponerlo en funcionamiento de nuevo, era más bien un cascarón flotante.
El personal de la planta que no estaba bajo el aire acondicionado trabaja a su propio ritmo: mecánicos, torneros, rederos, bodegueros. Cada quien según los barcos lo necesitaran.
El canal se llenaba y vaciaba con las mareas, un par de veces lo recorrí en una lanchita de remos, habían manglares donde se escondían garzas, iguanas, garrobos y quién sabe cuántos animales.
-Con este calor dan ganas de tirarse al canal en pelotas-, le dije un día al redero.
-Va, tirate-. Me dijo el redero al mismo tiempo que reparaba una red hecha de cáñamo grueso, que más parecía una hamaca, mientras estaba sentado en una hamaca hecha de cáñamo grueso.
-Uno de estos días lo voy a hacer, vas a ver.
No había visto a nadie nadando en el canal, pero no se veía tan sucio, igual se me hacía como algo que habría visto en alguna película o anuncio en la tele, tener la espontaneidad de quedarme tirarme al canal, era como demostrar algo, a los demás y a mí mismo, que si algo se nos ocurre nos aventemos y nos tiremos a la aventura.
Así que una tarde a las cuatro cuando toda la gente de la planta se disponía a salir "puros albañiles" como se dice en buen chapín, estaba viendo el canal y escuché a alguien que me dijo "no que te querés tirar pues" y pensé, y porqué no.
Allí mismo me quité toda la ropa y me quedé en calzoncillos, empecé a correr y di el salto hacia el canal.
Hay algunas cosas que cuando te ocurren pareciera que todo fuera en cámara lenta, supongo que le pasa a mucha gente porque había visto suficientes caricaturas japonesas para ver que los personajes se quedan suspendidos a medio brinco recordando el pasado.
En mi caso la sensación fue la misma de cuando hice mi primer salto en bicicleta. Andar con las rueditas de entrenamiento no es la gran cosa, luego después de una caída se rompió una de las rueditas, lo que me forzó a pedalear con una llantita entrenadora al aire, ya luego fue cosa de quitar la llantita que quedaba y pude pedalear como todo un profesional, o al menos como los demás niños, en mi mente alucinaba con hacer saltos, caballitos y piruetas, practiqué mucho, tuve mucha mejor suerte que con la patineta que me habían regalado anteriormente y que tuvo un fatídico final cuando terminando una bajada di un salto y me quedé flotando en el aire y mi patineta era tragada por un tragante y nunca la volví a ver.
Un día, con mucha emoción me acerqué al bulto de tierra donde practicaban sus saltos los demás chicos y lo logré, tal vez fue un poco exagerado pero sentí que pasaba por sobre las cabezas de todos, miraba las llantas rodar muy despacio, me sentí en gravedad cero, libre, el viento soplaba mi cara y yo estaba firmemente agarrado del timón, caí suavemente en la tierra y hasta me eché una mi guanaca, todos aplaudían y me echaban porras.
O al menos así es como me gusta recordarlo.
Como les digo, y después de esta pequeña pausa al estilo anime sigo con el relato de cómo iba flotando en el aire, cayendo en cámara lenta hacia el canal.
¡Splash!
La superficie del agua se sentía aceitosa y olía a pintura, tuve que mantener la boca cerrada para no tragar ni un poco. Estaba un poco más fría de lo que había imaginado, pero había cumplido mi sueño de saltar, de tirarme al agua, estaba nadando tranquilamente panza arriba cuando un bulto pasó flotando a mi lado, era una gallina muerta con las patas estiradas apuntando al cielo.
La marea estaba bajando y la distancia entre mi humanidad y el borde del canal se hacía más grande, no me daban los brazos para alcanzar la orilla y salir de allí, afortunadamente el barco tenía una escalerita de la que me pude asir para poder emerger triunfalmente y ver las caras de sorprendidos de toda la gente que me había visto saltar, me aplaudían y me echaban porras, o al menos así es como me gusta recordarlo.
Un poco arrepentido y apestando a aceite quemado recogí mi ropa y le sonreí a la banda, como pude me vestí sin secarme y me fui corriendo a la casa, casi pude escuchar al redero cuando pasé a su lado que decía, mientras tejía su red, "loco serote".

CACHORRO DE MAR

Hablando de vacaciones y que estamos en semana santa, me viene a la mente una anécdota de cuando trabajaba en el puerto de Iztapa.
Decir que trabajaba en el puerto no quiere decir que estaba frente al mar, estaba cerca, eso sí, si caminaba unos treinta minutos podía llegar a la playa, mi percepción de la cercanía del mar estaba un poco distorsionada al principio, por ejemplo, las primeras noches que dormí en la casa que nos proporcionaba la empresa alucinaba con escuchar las olas reventando a poca distancia y me aterraba la idea de que un maremoto se tragara todo en los alrededores, y que mi última noche la iba a pasar nadando entre escombros luchando por sobrevivir. Ahora que lo veo creo que fui un poco exagerado, tal vez era la falta de costumbre.
Una de mis mejores experiencias fue cuando nos invitaron a subir a uno de los barcos pesqueros. Nos llevaron al personal de la oficina a dar una vuelta, aprovechando que había que llevar ciertos abastos al Xavier, que estaba en la dársena de la Base Naval del Pacífico, pues allá fuimos de uno de los pick ups de doble cabina de la empresa, allá nos esperaba el barquito, yo que me había subido a un par de cayucos en mi vida estaba emocionado ante la idea, nos acompañaba Englenton el jefe de mantenimiento, el jefe de bodega a quien llamábamos por el apellido don Gatica, y Fernando, el asistente de bodega.
Los barcos pesqueros son más bien unos refrigeradores flotantes, La mayor parte del volumen lo ocupa el cuarto frío, tan pronto los camarones salían de las redes eran lavados, se les agregaba una solución de bisulfito de sodio como preservante y eran puestos en el congelador. Tenían unos motores diesel Cummins que a mí me parecieron enormes y se mantenían encendidos las 24 horas haciendo un ruido infernal, aunque después me di cuenta que comparados con otros barcos no eran tan grandes. Los camarotes (si así se podían llamar a las camas hechas de tablas puestas a modo de literas para que durmieran los marinos) estaba encima del motor, luego estaba la cocina y al frente la cabina de control, con su timón, radio y demás implementos necesarios. Algunos tenían equipo de sonar pero los capitanes confiaban más en su instinto.
Abordamos, ese día, como casi todos en el puerto, el sol estaba implacable, el agua reflejaba la luz generosamente y las pequeñas crestas de las olas brincaban como chispas en el horizonte. El mar estaba un poco picado pero eso no me importó, me encantaba sentir el viento salino y aspirar profundamente, se sentía saludable, espeso, masticable.
¿Porqué todo se llama diferente en los barcos? está la proa y la popa, babor y estribor, el casco, la cubierta, ¿y el techo? bueno, como no recuerdo y no sé cómo se llama le voy a llamar el techo, había una escalerita para subir al mismo, porque todo en un barco es útil, subimos porque de ahí se veía mejor el espectáculo, don Gatica se veía muy satisfecho, era chaparrito, ya estaba algo viejito, curtido, tenía un bigotito escaso que se movía cómicamente al hablar, y cuando lo hacía parecía como si la voz le saliera a través de un papel, a mí se me hace que era por hablar a través del bigote, me miraba, se reía y decía “qué chilero esto”.
Englenton era marinero viejo, ya había estado en la rama naval del ejército, era imposible adivinar qué edad tenía, de raza negra, 1.85 metros de estatura, lucía orgulloso unos Ray Ban con aros de gota enchapados en oro, probablemente un souvenir de otros tiempos, supongo que se imaginaba con su traje de gala en algún evento protocolario, haciendo el saludo desde una fragata de guerra, solo que en vez de fragata de guerra estaba en un barco viejo y despeltrado, y en lugar de traje de gala estaba en camiseta y pantalón de lona llenos de grasa. Pero eso no le quitaba lo altivo.
Por último, volví a ver a fernando, era blanco como el queso, pero ahora aparte de eso el pobre estaba pálido, le había agarrado el mareo y le bailaban los ojos, parecía que no estaba disfrutando el paseo para nada. Se me acercó y me dijo en voz baja “vos Marco, me siento mal, estoy mareado”. Yo le decía que se tranquilizara, pero eso es en vano cuando ya te ha agarrado el malestar, “tratá de ver al horizonte, respirá profundo” nada, se notaba la respiración superficial, la tez color papel y el sudor en su frente, estaba mal.
Unos delfines nos acompañaron, juguetones, dando saltos compitiendo con el barco, como si fuese un cetáceo más, nunca en mi vida había visto un delfín de cerca, no eran como los de la tele, eran un poco más pequeños y con manchas en la piel, seguramente eran de otra especie, tal vez eran como los perritos de la calle guatemaltecos, sin pedigrí, pero el espíritu era el mismo.
Fernando estaba desesperado, “Marquito, tengo náusea, ya no aguanto” tuvimos que avisar que mi amigo se sentía mal, yo estaba sorprendido de que mi debilidad para los viajes terrestres no tuviera efecto aquí, me sentía genial, tal vez si hubiera pasado más tiempo me habría dado… pero prefiero no pensar en eso.
Englenton estaba parado en la cubierta viendo los delfines y otros peces que se acercaba a la superficie, nosotros estábamos en el techo, lo llamamos para que tuviera una mejor vista, ahora, la cosa es que Fernando estaba ya al borde de echar las tripas y no pudo aguantarse, se acercó a la orilla del techo y vomitó con todas sus fuerzas, un chorro de líquido estomacal caliente semi digerido se disparó hacia abajo… y fue a dar de lleno en la cara de Englenton que iba subiendo las escaleras.
La escena era grotesca pero don Gatica y yo no pudimos evitar carcajearnos al punto de las lágrimas, Fernando probablemente ya se sentía algo mejor, pero no puedo decir lo mismo de Englenton, debo decir que se lo tomó estoicamente y con sentido común, y no lo revolcó a puñetazos.
Emprendimos el regreso al muelle, Englenton tenía la cara como de piedra, no hablaba, se había lavado la cara con la manguera que usaban para lavar los camarones y le prestaron una camiseta, al menos los lentes le protegieron los ojos, nunca se los quitó, era lo único que le quedaba de dignidad. Fernando estaba verde ahora, no tanto de náusea como de miedo.
En la cocina los marieros, entre risas, estaban preparando un caldo de pescado con bastante limón, para que le pasara un poco el mareo.

Saturday, August 09, 2014

Peces

Había una vez, yo tenía un pececito. No era un pez dorado ni un guppy; no era tampoco de los peces moros de esos de ojos saltones que parece que de un momento a otro van a salir disparados. No era un siamés de pelea ni un ídolo moruno ni un pez ángel, no era un pez payaso ni un pez cebra. Yo tenía un bagre.

Era un bagrecito. Una mañana pasó un señor vendiendo pescados de casa en casa. Llevaba una cubeta llena de bagres medianos, pupos, guapotes y mojarras frescas, recién pescadas.

Mi mamá salió a ver los pescados, dejó la puerta abierta cuando salió a la acera y yo salí también a verlos. Me daba curiosidad ver los peces, algunos grandes algunos pequeños, de distintas formas y tamaños.

El vendedor levantó un pez de los más grandes que tenía para enseñárselo mi madre, debajo de éste pez había un pececito que brincaba y abría la boca tratando de respirar en el agua que ya casi no quedaba en la cubeta.

- Mami mira, ese pescadito está vivo.
- Sí, allí anda brincando. – dijo mi mamá.
- Pobrecito, se va a morir, ¿lo vas a dejar que se muera?
- No, el señor lo va a regresar al agua y va a vivir.
- Pero mira cómo abre la boca, se está ahogando.
- Mejor anda para adentro, después llego yo.
- Pero mami, el pescadito...

El vendedor que estaba escuchando la conversación y veía cómo  señalaba al pececito y jalaba a mi mamá del vestido al mismo tiempo se compadeció y me dijo
- ¿Lo quieres cuidar? Te lo regalo

Abrí desmesuradamente los ojos y la boca, ¿de veras?

Y el señor lo sacó de la cubeta y lo puso en mis manos, era resbaloso y por poco se me cae, lo metimos en una palangana y lo llevamos adentro.

A la sazón tendría unos cuatro años y no sabía lo que era tener una mascota, pero me sentía identificado con el pececito sabiendo que lo había salvado de una muerte segura. Nunca había tenido ni un perro ni un gato, ni siquiera tenía una pecera, así que lo metiemos a la pila.

Ahora estaba al cuidado de un ser vivo y podía ver cómo iba creciendo y haciéndose cada vez más grande. De vez en cuando desmenuzaba un trozo de tortilla y se lo tiraba para que comiera. El pez se acercaba entonces rápidamente a la superficie y de un brinco ¡Pluc! Se lo comía y volvía al fondo de la pila. recuerdo jugar con el agua y hacer olas con las manos simulando una corriente. El pececito iba y venía subiendo y bajando en el agua de la pila, una pilona de dos lavaderos, del triple del tamaño de las que hay hoy en la capital.

En ese entonces yo no lo sabía pero es costumbre en los pueblos tener un pez nadando en las pilas para que se comiera las larvas de zancudos y otros insectos que pudieran caer al agua y contaminarla.

Mi hermana una vez tuvo una gallina, la gallina puso huevos, nosotros y nuestros vecinitos mirabábamos extasiados a la gallina echada empollando, esperando el momento en que los pollos nacieran. El milagro de la vida era algo increíble ante nuestros ojos y teníamos asientos de primera fila para presenciarlo.

Un buen día llegamos de estudiar y encontramos media docena de pollitos pelones y arrugados acurrucados bajo la mamá gallina. No pudimos ver el momento preciso en que rompieran el cascarón pero allí estaban, la prueba palpable de la vida, tal como la enseñaban en los cuadernos de colorear.

Desafortunadamente mi hermana no era tan cuidadosa con sus mascotas. A los dos días tomó al primer pollito entre sus manos y con un grito de ¡A volar pollito! Lo aventó al aire. El pobre pollo no tuvo tiempo ni de decir “pio” antes de caer y morir estrellado en el suelo.

Otros pollitos corrieron igual suerte o aplastados, no estoy seguro si sovrevivió alguno. Poco después tuvimos una pareja de conejos.

Bueno, todos saben lo que pasa cuando se juntan un conejo macho y una hembra. A las pocas semanas ya había una docena de conejitos corriendo de arriba para abajo en el gran patio de la casa antañona. Eran imposibles de alcanzar y no tenían plumas ni alas así que no podían mandarlos a volar. En vez de eso, algunos conejos murieron a pedradas.

Aunque para ser justos no había sido ella la única culpable. Los gatos comen ratones, los ratones son roedores y los conejos también, así que no debía haber mucha diferencia entre un conejo pequeño y una rata. Varios conejitos encontraron su final entre las fauces de los gatos merodeadores de la noche.

Pero ahora todo era diferente, este pececito no volaba ni corría, no podía volar porque no tenía alas y no podía correr porque no tenía pies, estaba en el agua y era endemoniadamente escurridizo, por más intentos que hacía por atraparlo nunca lo lograba. A veces era frustrante la situación

Me pasaba horas en la orilla de la pila tratando de alcanzar al pececito que se escapaba más rápido que el pensamiento. Probé con varias técnicas, primero con una mano; luego con ambas; tratando de alcanzarlo a tontas y a locas. Luego esperaba pacientemente a que saliera a la superficie para tratar de atraparlo de un manotazo pero tampoco. El pececito huía y se arrinconaba en una esquina de la pila y luego a la otra, pero la pila era honda y yo no llegaba tan lejos, me mojaba los brazos hasta los hombros tratando de alcanzarlo pero nada.

Una tarde especialmente calurosa estaba como siempre en la orilla de la pila tratando de alcanzar al pececito. Mi mamá estaba en la sala sentada viendo la televisión tranquilamente y se había olvidado de mí. Para mí el pez se había vuelto en una obsesión. Continuamente estaba pensando cómo podía ser tan rápido. En mi mente no cabía la explicación, no era posible que un animalito tan pequeño pudiera escaparse tan rápido de entre las manos. ¿Sería porque su piel era ligosa y resbalosa y por eso aunque ya lo hubiera atrapado se escurría de entre los dedos? Bueno, pero esta vez sí lo atraparía.

El pececito estaba tranquilamente moviendo la cola en una de las esquinas de la pila, hasta el fondo. Sigilosamente metí la mano en el agua y alargué el brazo. El pez no se movió. Sabía que lo tenía cerca pero no lo suficiente, tenía que estirar más el brazo pero ya no daba más, me había empapado la manga de la camisa y me paré de puntillas para llegar más lejos. Ya casi, casi lo podía tocar y el pez tranquilamente nadaba y boqueaba indiferente a la mano que casi lo atrapa. Estaba muy confiado y estiré el brazo solo un poco más. La pila estaba llena, tuve que encaramarse a la orilla levantando los pies del suelo para llegar más lejos, estaba a punto.

Pero en un exceso de confianza e impulso me fui hacia adentro de la pila. La mano se sacudió hacia abajo con todo y cuerpo.  Había perdido el equilibrio y caí a la pila que estaba llena. De repente ni un ruido, ni un movimiento. Solo el silencio.

Nunca había estado en un río ni en un lago, mucho menos en el mar. El agua me rodeaba ahora por todos lados y no tenía ni siquiera el impulso de nadar, no podía respirar y empecé a sacudirme violentamente tratando de volverme hacia arriba. Había quedado boca abajo y la pila era grande y honda para un niño de mi edad. Un impulso reflejo me impedía tratar de respirar pero de todas maneras sabía que no tenía aire y que tenía que llegar a la superficie. Para ese momento el pececito había desaparecido de mi mente.

Mientras trataba inútilmente de volver hacia arriba vi la superficie y de repente todo me pareció tranquilo y pacífico. Poco a poco fui perdiendo el miedo y solamente veía la luz que se colaba por el agua en rayos transparentes. La superficie se movía en ondas que rompían cada vez que una burbuja asomaba a la superficie. Cada vez era mayor el silencio, cada vez mayor la paz, a cada momento se sentía menos tenso y hubo un momento en que los rayos de luz transparente me acariciaron las pupilas y  cerraron mis párpados poco a poco.

Ya estaba casi completamente inconsciente cuando seguramente mi mamá sintió que la casa estaba demasiado silenciosa y su instinto la hizo reaccionar. Se levantó de un brinco y se asomó a la puerta trasera de la casa. Lo único que vio fue un zapato asomando a la superficie.

Como sucede con muchos sucesos de la infancia, ese incidente quedó enterrado en la memoria y crecí como cualquier otro muchacho. Pero tengo cierta desconfianza cuando me ofrecen de comer pescado frito, hay algo cuando los cocinan con todo y cabeza que me causa temor, especialmente los ojos blancos y pelados y la boca abierta como tratando de respirar.

Thursday, June 26, 2014

¡CREEPYPASTA!

Una vez escribí una historia acerca de un individuo que es invitado a un lugar aparentemente abandonado en una vieja calle de la zona uno de la ciudad, donde se reunía un grupo de gente para hacer un ritual que resultaría en un viaje interdimensional. Al principio el tipo tiene dudas e incredulidad pero termina completamente enfrascado en el asunto.

Esa historia la publiqué en un foro interno de mi lugar de trabajo, obedeciendo a mi cerebro que parece engendrar ideas e historias (se me acaba de ocurrir algo acerca de un cerebro embarazado). El foro era visto por el grupo de compañeros donde, como en cualquier lugar de trabajo, cada quien cree en lo que quiere.

Uno de los comentarios que puso una señora fue poco más o menos "Así es como el diablo gana seguidores, hay que tener cuidado con las juntas porque pueden ser malas influencias..." y otras cosas por el estilo.

Lo que pensé que sería un humilde homenaje a Lovecraft terminó siendo un debate acerca de cómo la gente se termina creyendo las historias que a veces la gente cuenta aunque sea un simple cuento (y con toda la mala intención).

¿Han escuchado hablar de las creepypastas? Esas historias completamente falsas que la gente se cree. Por ejemplo, cuando era niño miraba Los Pitufos, tenía juguetes, y hasta un juego de sábanas de los suspiritos azules perseguidos por Gárgamel. Pues un día en la escuela alguien resultó con que los inocentes pitufitos en realidad eran satánicos y que los juguetes y las figuritas relacionadas a ellos cobraban vida por la noche y te iban a acuchillar, a morder o saber ni cuántas cosas. Yo me preguntaba si los pitufos que estaban jugando pelota en mi sábana iban a tirarme la pelota en la boca mientras roncaba para asfixiarme.

Con el advenimiento del internet se han generalizado las dichosas creepypastas, algo así como la hojita que dejaban bajo la puerta de tu casa con una ficha de a 5 pegada diciendo que la cadena tenía que darle la vuelta al mundo y si no la repartías te iba a cagar un zope (hey, esperen un momento...). Y por más que uno trate de desmentir toda la sarta de cosas que la gente comparte he decidido mejor unirme al grupo y crear mi propia creepypasta.

¿Qué tan difícil puede ser? Solo tenés que tomar algo aparentemente inocente como la hello kitty, fijarte en alguna particularidad como que no tiene boca y luego inventarte que la creadora del juguetito tenía una hija que padeció cáncer en la boca y que le vendió el alma al chamuco para salvarle la vida para luego en agradecimiento crear la gatita y de paso hacer algunos milloncitos con la mercadotecnia. Fácil ¿verdad?

Estaba pesando en algo como las caricaturas que veo con mi hijo, por ejemplo, Timmy Turner de Los Padrinos Mágicos es un niño que vive en un terreno baldío abandonado por sus padres y posiblemente se volvió loco y alucina con sus padrinitos que le dan los regalos que sus padres inexistentes no le dan. Vicky la niñera es su hermana que trata de hacerlo salir de sus alucinaciones y que vuelva a la vida real, pero él la ha visualizado como la malvada que trata de sacarlo de un mundo que él ha creado para sentirse protegido.

Las japonesas son fáciles en realidad, siempre tienen elementos sobrenaturales y algunas de hecho hasta juegan con la "mitología occidental" para crear ficciones basadas en cosas que para nosotros son dogma, así es fácil convertir cualquier caricatura japonesa en creepypasta.

También están las teorías de conspiración, como la que se creyó una página web de noticias donde decían que los jugadores del mundial estaban dominados por los illuminati porque en algunas fotos se mostraban triángulos, pero para esa hay que ser muy inocente para creerla.

Aunque, hablando del fútbol, ¿Se han dado cuenta que muchas fotos de sus caras cuando celebran un gol aparecen desencajados, con los ojos desorbitados, los músculos tensos, con el pelo parado como pollos desplumados? A lo mejor es algún tipo de posesión que se andan echando, creo que ya tengo tema para mi historia creepy muajajaja.

Saturday, June 21, 2014

Coman Chucho

Hay algo que no me cuadra de estas notas que andan circulando acerca de los chinos que se van a comer a un montón de chuchos, si nosotros comemos vacas, cochitos y gallinas, ellos matan perros y gatos, probablemente los vegetarianos piensan que los carnívoros somos unos salvajes inhumanos, pero yo no veo a gente de la india haciendo peticiones para que nosotros no nos comamos a sus vacas sagradas.

El ser humano ha matado animales para comer desde el principio de la historia, las pinturas rupestres muestran escenas de cacería. El corán y la Biblia hablan de cómo prepara a los animales correctamente para su consumo, de hecho muchas de estas instrucciones tienen más que ver con higiene que con espiritualidad, por ejemplo se habla de no comer peces sin escamas porque viven en el fondo el mar y podrían no ser saludables, tampoco animales de pezuña hendida, lo que probablemente tendría más que ver con los parásitos que viven en ellos y podrían transmitirse a las personas.

La Odisea y La Ilíada serían unos folletos insignificantes si no se hablara de la matanza de animales y su preparación, hay gente que come ratones, arañas, grillos, zompopos de mayo (ajá verdad).

El asunto de ser vegetariano hasta donde yo sé viene del hinduismo que cree en la reencarnación y cree que si te comés un animalito te estás comiendo a tu tatarabuelo que reencarnó en conejo. Pero la reencarnación es un concepto insostenible y de todos modos no le voy a creer a una filosofía que creó el sistema de castas que es una de las formas de discriminación y sojuzgamiento más ridículas de existe para mantener el status quo de las castas dominantes así que el asunto del vegetarianismo es inválido para mí.

Como dicen por allí, muchos quieren comer hamburguesa pero nadie quiere matar a la vaca, como dije, matar a un animal para comerlo es un acto que se ha visto como algo natural desde hace miles de años y no es hasta hace unos cien años que la gente empezó a poner el grito en el cielo. De que existe maltrato animal en granjas es posible, de nada sirve provocarle sufrimiento a un animal para matarlo, además existe el comercio de pieles, aletas de tiburón, cuernos de elefante y de rinoceronte, además de otros comercios ilícitos que no existiría si no hubiese gente que se cree las bobadas que dicen sobre las propiedades de los animalitos en cuestión, que conste que no estoy hablando de éstos, estoy hablando del animal que se mata para comer.

Así que si los chinos quieren comer chucho que coman chucho, si comen gato que coman gato. Lo único que no me gusta es que se los roben a la gente que las considera sus mascotas, pero no creo que porque nosotros nos la llevamos de civilizados protestemos porque otros comen lo que a nosotros nos parece asqueroso. Mientras haya demanda habrá oferta, es ley.

Y ésta ha sido la diatriba del día, sigan disfrutando su mundial.

Wednesday, June 11, 2014

¡Zopes!

Ayer me encontraba viendo la lluvia desde mi balcón cuando en los árboles a la distancia se observaban un montón de zopilotes extendiendo sus alas, tendiéndose a sí mismos al sol y moviendo coquetamente la colita para equilibrarse.

Eso me recuerda algo que me pasó hace varios años.

La introducción suena como que nada que ver, pero ya verán. Resulta que mi primer trabajo por allí hace casi 20 años fue en el puerto de Iztapa. La oficina era un trailer dividido en tres partes: La primera parte era la oficina de los operadores de radio, en medio el subgerente y el encargado de planillas (que era yo). y en el otro extremo la oficina del gerente de operaciones.

El trailer en cuestión estaba en un terreno que ocupaba las instalaciones de una empresa que ya no existe, por lo que no creo que haya problema en que diga su nombre, se llamaba Industrias Marbella. Allí también había un taller de redes, uno de torno, también un taller mecánico, la cocina por supuesto y una bodega enorme que servía para guardar repuestos para los barcos propiedad de la empresa que se dedicaba al comercio de mariscos, principalmente camarón jumbo. Que era exportado directamente a Norteamérica y a Europa.

Puesto que algunas personas que trabajábamos en esa oficina vivíamos en la capital, teníamos una casita a la par del terreno de la planta de operaciones, era de tipo canadiense y solo un cuarto tenía aire acondicionado así que todo el resto era caluroso como puede ser el puerto, solo que con camisa y pantalón de vestir. La mayor parte del tiempo que estuve allí tuve un compañero de habitación, Fernando, que trabajaba en la bodega anotando las entradas y salidas de materiales en la base de datos.

Cerca del portón de entrada a la planta estaba la antena de radio, era alta, no recuerdo cuánto pero por lo menos de unos 20 metros aproximadamente.

Una tarde, ya casi se habían retirado todos los de la planta y solo quedaba el operador de radio, los policías privados de guardia en el portón, mi compañero y yo que ya nos íbamos. Antes de salir había que anotar en una hoja de control nuestros nombres, departamento y la hora de salida, así que estábamos anotándonos cuando de pronto sentí que me echaron algo como un cubetazo de agua en la espalda.

Al principio me pregunté a quién se le habría ocurrido semejante broma, casi creí haber visto la puerta del operador de radio cerrándose rápidamente inmediatamente después de la mojada, pero después me puse a deducir: Por aquí no hay pila, las únicas fuentes de agua son el lavamanos en el baño y el lavatrastos en la cocina... mucho menos hay palanganas ni cubetas cerca, igual no son tan bromistas mis compañeros.

En eso se me ocurrió ver hacia arriba, y allí estaba parado en una de las astas de la antena un enorme pájaro negro, sacudiéndose las plumas.

Como si fuera película de miedo me toqué la espalda y sentí algo húmedo y ligoso, con horror vi mi mano una sustancia negra y maloliente...

me cagó un zopilote.

A ver a ver a ver, ¿a cuánta gente conocen ustedes que las haya cagado un zope? no muchas verdad, si mucho un pajarito arrocero, probablemente a alguien le haya tirado alguna gracia alguna palomita, pero no, a mí tenía que echarme la cantada un carroñero, ¡y era una cantidad enorme!

Apenas pude contener mi asco, me fui corriendo a la casa y me metí a la regadera con todo y ropa, afortunadamente no había mucha gente cerca para reírse de mi desgracia. Por lo tanto pude mantener mi dignidad intacta por mucho tiempo, pero supongo que eso ya no cuenta y es solo una anécdota chistosa, pero por si acaso prefiero estar alejado de las antenas de radio.